Esa violencia silenciosa que causa estragos no reconocidos

Abogada Sandra Quiñones / CLADEM JALISCO

  • La pandemia ha dejado de manifiesto la violencia familiar que se ejercita en contra de mujeres y niños en todo el país. También ha exhibido la incapacidad de las autoridades para desarrollar políticas públicas encaminadas a la protección de las mujeres y niños.

Si las violencias que hoy son descritas en la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia aún son de difícil reconocimiento social y más difícil aún, la búsqueda por la vía judicial de las reparaciones cuando estas suceden; aunado a esto hoy resulta impensable que en nuestro país se reconozca una violencia que en la pandemia se ha venido incrementado y que por no estar conceptualizada en ningún ordenamiento jurídico, resulta imposible ejercitarla como acción de violencia ante la justicia.

La violencia vicaria se ha definido como un tipo de violencia ejercida por un progenitor maltratador como instrumento para causar daño a una madre utilizando a sus hijos e incluso a los descendientes en común, pudiendo llegar en casos extremos a terminar con la vida de estos como medio de “castigo” a la madre por no sujetarse a los parámetros del padre. Esta violencia no conceptualizada en ninguna legislación en nuestro país y sin embargo ésta se encuentra en aumento dejando en completo estado de indefensión a las mujeres y a sus hijos.

Este fenómeno forma parte de los mecanismos de violencia psicológica utilizados por el maltratador y es considerado por diversos expertos en violencia de género como un tipo de violencia instrumental. Al atentar contra la integridad emocional de la víctima (la mujer); la Organización Mundial de la Salud y algunos colegios de psicólogos han señalado que estos procesos de violencia provocan «terribles consecuencias psicológicas difícilmente reversibles», pues ocasionan en las mujeres una «tortura mental» y el «vivir con el miedo y terror de manera constante y permanente», que son los objetivos perseguidos por el agresor.

La psicóloga clínica y feminista argentina Sonia Vaccaro, quien lleva estudiando este tipo de violencia desde 2012, fue quien acuñó la expresión violencia vicaria o al menos una de las primeras en usarla.

Es urgente que se ponga en la mesa de la discusión tanto social como en lo político la violencia vicaria, solo así se podrá visibilizar y ejercitar la presión necesaria para que la legislación y las políticas públicas se adecuen respecto a esta violencia ya que, de lo contrario, seguiremos conociendo historias de terror donde lo hijos son el blanco de acciones que menoscaban sus derechos.

Mientras no se reconozcan los terribles efectos que la violencia vicaria ocasionan tanto en las mujeres como en los menores, así como de la falta de mecanismos para prevenirla y sancionarla, el derecho que las personas (sobre todo las mujeres) tienen de vivir una vida libre de violencia no se podrá cumplir.

Urge que en nuestro país y en el estado se comience la visibilización y reconocimiento de esta violencia, por el bien de nuestras infancias y para que las mujeres podamos seguir contando con mecanismos de protección.

La violencia vicaria se ha definido como un tipo de violencia ejercida por un progenitor maltratador como instrumento para causar daño a una madre utilizando a sus hijos e incluso a los descendientes en común, pudiendo llegar en casos extremos a terminar con la vida de estos. Normalmente se ejerce sobre menores de edad,​ pero también puede llevarse a cabo sobre cualquier otro bien o sujeto que sea apreciado por la mujer maltratada.