Reflexiones cotidianas: «El camino de la piedad»

Por: Prócoro Hernández Oropeza

Cuando enfrentamos una situación adversa con una persona podemos sentir lástima o compasión. Sinos ataca u ofende, sino tenemos un centro de gravedad que provenga de nuestro Ser sino del ego, responderemos con enojo, ira, con dureza. Cuando respondemos desde el Ser lo haremos con piedad, compasión, amor.

¿Qué es la piedad? Su origen viene del vocablo latino piĕtas y da nombre a la virtud que se traduce en acciones impulsadas por el amor que se siente por otros y la compasión hacia el prójimo. También, de acuerdo al diccionario, provoca devoción frente a todo lo que guarda relación con cuestiones santas y se guía por el amor que se siente hacia Dios.

Otra definición más prístina es aquella que considera a la piedad como una cualidad de Dios que permite ver al ego y a Dios en los diferentes actos de la vida y, por tanto, reverencia cuando se trata de Dios e inspira compasión y amor cuando se observa el daño en los hermanos o en uno mismo.

La noción, como se puede apreciar, está asociada con las ideas de religiosidad y espiritualidad y se la presenta como algo semejante a la humildad. Esta virtud inspira una conducta de subordinación a Dios y solidaridad con el resto de las personas sin ningún tipo de distinciones. La piedad se puede confundir con la lástima más que con la compasión. La lástima es sufrimiento y viene desde el ego, mientras la compasión viene del corazón, de Dios.

También se suele decir que alguien no tiene piedad cuando realiza una acción violenta o de maldad a otra persona. La impiedad, en efecto, tiene su fuente en el ego, puede ser de la ira, del orgullo o de otro agregado psicológico. La piedad es sinónimo de virtud, corazón, compasión, consideración, clemencia, misericordia, perdón, indulgencia o amnistía. Su contrario, la impiedad es hostilidad, odio, desprecio a las personas, a la religión y también a la fe. Acción o acto impío

El amor profundo e incondicional que se consagra a los padres y a las cosas veneradas también se conoce como piedad. El término, por otra parte, se emplea como sinónimo de palabras como misericordia o conmiseración. Un ser misericordioso práctica las virtudes y por su boca sólo fluyen palabras divinas, sus pensamientos están aromatizados por las virtudes y sus acciones son de profundo amor y comprensión.

Muchos pensarán que llegar a este estado es sumamente difícil. Lo es y para ello se requiere un profundo trabajo interior de transformación. Pero posible, dicen los maestros del Águila Dorada, sólo se requiere poseer un anhelo profundo de transformar nuestra vida. Observar cuál es nuestro centro de gravedad: es desde el Ser o desde el ego o los yoes. Desde el Ser todo fluye como el agua diamantina y todo es perfecto porque viene del amor, de nuestro corazón. Si el centro de gravedad es el yo, sólo expresaremos el orgullo, la vanidad, ira, rencor, miedo, descortesía, anti amor. El camino de la piedad es una virtud que nos ayudará a ascender este estado de ignorancia y sufrimiento.

Los maestros suelen describir la simbología de los dos palos que conforman la cruz. Mucho simbolismo encierra también este arquetipo y ha sido utilizado en todas las tradiciones antiguas. Y existe un punto matemático donde se unen esas dos líneas: la horizontal y la vertical. La horizontal representa este mundo ordinario en que vivimos y morimos. Es el mundo de la conciencia ordinaria donde la gente piensa que sólo vive una sola existencia y entonces todo se trata de crecer, estudiar, formar una familia, poseer riqueza, fama, poder, cosas materiales, lo demás no importa; a disfrutar esta vida porque no hay de otra. El plano vertical es el de la progresión espiritual; es pensar que esta vida es una más de nuestras existencias en este mundo tridimensional. Vivimos en este mundo, pero no somos de aquí. Venimos de las estrellas, del treceavo Aeón y algún veremos retornar a él, al hogar. Esa línea vertical posees escalones y en alguno de ellos nos encontramos y subiremos más rápida cuando ese anhelo de ir a dios, a nuestra casa se torna más grande. Unos están escalones arriba, otras abajo, no importa edad o sexo. Sólo debemos ubicar en qué plano vivimos; en el horizontal o ya iniciamos a subir en la vertical.